Quien nos conoce un poquito sabe de sobra de nuestra especial devoción por el país luso y que cuando el tiempo del que disponemos es reducido pero el gusanillo viajero nos sigue picando con la misma intensidad, un poder sobrenatural parece apoderarse de nuestro coche y hace que este siempre acabe llevándonos hacia Portugal casi sin pedírselo. ¿Será porque nunca nos defrauda?
Esta vez tocó el Alentejo. Sí, esa extensa región que ocupa la zona centro y sur de la nación vecina, bastante desconocida para muchos, llena de alcornoques, pueblos encalados y monumentos con una gran carga histórica donde la vida lleva su propio ritmo.
Como tampoco es ninguna novedad que a la hora de elegir preferimos los pueblos coquetos, esos lugares más desconocidos y con cierto encanto y si es posible entremezclarlo con la naturaleza, acabamos decantándonos por varios pueblos, alguno más grande que otro, que teníamos en la libreta de pendientes y que sólo por lo que habíamos leído o nos habían contado sabíamos que no nos iban a dejar indiferentes en ningún caso.
Buscábamos pueblos de cuento, con castillos, murallas que lo rodearan, calles empedradas, ubicados en enclaves asombrosos, cargados de leyendas y de una historia digna de conocer. ¿Creéis que lo conseguimos? Sólo tienes que continuar leyendo y comprobarlo por ti mismo.
ELVAS
Uno de los buques insignias alentejanos que ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad desde 2012 fue nuestra primera parada del fin de semana.
A sólo 25 km de la ciudad de Badajoz se erige este antiguo bastión militar protegido por su inconfundible muralla con forma de estrella, escoltado a su vez desde la distancia por otros dos fuertes como son el de Gracia y el de Santa Lucía y complementado por un castillo que dota a la ciudad de esa personalidad que sólo poseen los lugares que albergan estos edificios a modo de estandarte entre sus calles.
Pero Elvas tiene mucha más tela que cortar y te vas dando cuenta a medida que te dejas perder por sus callejuelas y plazas mientras te olvidas del reloj.
Su acueducto es otro “must” al que debes dedicarle un rato de tu estancia allí. Con una extensión de casi 8 km y una altura de 30 metros esta faraónica obra fue levantada en el siglo XVI para garantizar el abastecimiento de agua a la población en períodos de sequía.
La Plaza de la República, sus calles llenas de macetas alternando los colores llamativos con los ya clásicos desconchados de las fachadas portuguesas, su mercado, sus suelos con el típico empedrado y su pavimentación con piedras de formas irregulares dibujando curiosas figuras geométricas son sólo algunos de los muchos atractivos que te puedes llevar en tu retina tras una visita a Elvas.
¿Dónde comer?
Sin lugar a dudas te vamos a recomendar que lo hagas en el restaurante Adegas Regional en la Rua de João Casqueiro 22. Combinación perfecta entre el servicio, la exquisita y acogedora decoración y su extensa carta con mucha variedad de gastronomía alentejana entre sus platos. Especial mención a sus migas, toda una exquisitez digna de ser probada.
Restaurante Adegas Regional Migas alentejanas
CASTELO DE VIDE
La segunda parada de nuestra ruta alentejana nos llevaría a este municipio ya ubicado en el Alentejo norte y lindando con la frontera española a la altura de Cáceres. Ubicado en el corazón de la Sierra de Sao Memade y coronado por un castillo que se divisa desde toda la comarca, “La Sintra del Alentejo” como Don Pedro V la bautizó, tiene el don de atraparte apenas acabas de aterrizar en sus calles.
Una de las señas de identidad de este municipio alentejano es su barrio judío del siglo XIV. Este se encuentra en un estado de conservación bastante bueno y puede presumir de ser una de las juderías más antiguas de Europa. Sus calles se poblaron a raíz de la inquisición y de la expulsión de los judíos de España allá por 1942. Como elemento arquitectónico principal destaca sobre este entramado de callejuelas, su sinagoga hoy en día reconvertida en museo.
La Fonte de la Vila es otro de los puntos de interés que bien se merece que le dediques una parada durante tu estancia en el pueblo. Esta especie de templete sujetado por seis columnas de mármol y techo en forma de pirámide se encuentra con en un enclave embaucador que invita a relajarse y a probar las aguas de manantial que salen de sus chorros con propiedades medicinales.
Pero sin lugar a dudas si hay un elemento diferenciador que destaca por encima del resto, este es el castillo que por ende ha dado nombre al pueblo.
Fácilmente localizable y construido en lo alto de un cerro, se haya perfectamente integrado dentro del burgo medieval que lo rodea formado este por varias calles empinadas y de alfombras de adoquines que al día de hoy sigue habitado por gente.
El castillo fue considerado monumento nacional en 1910 y dentro de sus muros alberga un Centro de Interpretación del Megalitismo y un Museo de Historia y Arquitectura Militar. La atmósfera que rodea a sus dependencias y las vistas que nos llevamos de los alrededores con la puesta de sol la guardamos como un regalo de esos que no se olvidan.
¿Dónde comer?
Si repitiésemos volveríamos una y mil veces al restaurante A Confraria. Lo encuentras en lade Santa Maria de Baixo, 10. Comida casera de la de antes, pero con un toque moderno en sus platos. Precios muy razonables y ese toque informal en el que todo tipo de comensales tienen cabida.
MARVÃO
A sólo 10 km de Castelo de Vide en dirección al norte y también colindando con la frontera española, nos esperaba la guinda del pastel de aquel fin de semana de sorpresas.
Marvão, o lo que es lo mismo: un risco en mitad de la campiña que acoge a un pueblo medieval de esos de manual que se ha mantenido encapsulado con el paso de los tiempos y que transmite la sensación en todo momento de tratarse de una maqueta diseñada expresamente para una película de época.
El simple hecho de tener que dejar nuestro coche en los exteriores de la muralla que lo protege para recorrerlo andando, ya te adelanta mucho del nivel de conservación que van a tener sus calles, rincones y plazas. Y desde el principio empezamos a considerar justa la inclusión de esta villa entre los componentes de la lista de los 1000 lugares que visitar antes de morir que publicó el rotativo norteamericano New York Times.
Llama la atención como aprovechan cada rincón de sus casas para plantar pequeños jardines, el amplio muestrario de chimeneas, de coloridas macetas y de puertas de todos los estilos y formas que se aglutinan en una villa de dimensiones tan pequeñas en las que cada habitante parece querer competir con sus vecinos por llevarse el premio a la casa más coqueta.
Y después del esfuerzo que hay que hacer para combatir las empinadas pendientes de sus calzadas empedradas llegaremos al castillo. Todo sacrificio se compensará cuando al coronarlo podamos disfrutar de las increíbles vistas de la comarca que te ofrecen los miradores y jardines próximos a este. El castillo junto con el pueblo en sí, ha sido escenario de múltiples reconquistas y hemos apuntado en nuestra lista de “futuribles” un regreso a este pueblo de fábula allá por principios del mes de octubre cuando tenga lugar el Festival de Al Mossassa en el que rinden homenaje al pasado islámico de la ciudad.
¿Dónde comer?
Esta vez decidimos no comer dentro del pueblo en sí debido a las largas colas que nos encontramos en todos los restaurantes a los que intentamos entrar y acabamos haciéndolo en la vecina Portagem, a la que también recomendamos hacer una breve visita, aunque sólo sea para ver su Puente Viejo y darte un chapuzón en sus piscinas naturales si la temperatura lo permite.
El lugar elegido para hacer la comida fue el restaurante del Sever Rio Hotel, construido en un marco muy agradable justo en la ribera del río y próximo al mirador fluvial.
Después de un fin de semana intenso nos volvimos con la sensación de haber viajado en el tiempo y prometiéndonos regresar tan pronto como nos fuera posible para visitar todo lo que nos había quedado pendiente.