Decía un viejo sabio que una comida sin postre venía a ser como un traje sin corbata y algo así debieron pensar los dueños de la Cueva de la Zarzamora en Alcalá de Guadaira (Sevilla), cuando se lanzaron a darle forma a un sueño, abriendo la primera postrería de Andalucía en el que los auténticos protagonistas de su extensa carta serían estos manjares de azúcar. Ya sólo faltaba erigir un templo para degustarlos a la altura de la calidad que estos platos de autor atesorarían, y ya te digo si lo consiguieron…
En unos tiempos inciertos en los que las malas noticias se suceden y la impotencia es dueña y señora de nuestras vidas no hemos sido capaces de encontrar mejor receta que el catálogo de estos elaborados postres de autor para endulzar cualquier día amargo que amenace con ensombrecer vuestra presente realidad.
Son muchos los motivos que hacen peculiar a este sitio de cuento en el que hasta el más mínimo detalle está cuidado.
Podríamos empezar a enumerar y no acabar nunca: su réplica de calle adoquinada de pueblo desde la que se van abriendo paso los distintos compartimentos o habitaciones con atmósferas y decoración totalmente distintas en cada una de ellas, la atención y simpatía de sus empleados meticulosamente caracterizados de época, el viejo pozo iluminado, la letrina más antigua de la localidad alcalareña, detalles vintage como mesas de camilla, un teléfono al más puro estilo “Las Chicas del Cable”, la clásica muñeca “Wendolín” que nuestros padres traían de la mili, o un viejo televisor del siglo pasado son sólo algunas de las pinceladas que han conseguido darle al lugar ese halo mágico que lo hace diferente.
Tampoco debe pasarse por alto ese juego de iluminación cuidadosamente estudiada, la carta de postres impresa en las páginas de un periódico en blanco y negro emulando a aquellos viejos rotativos de esa España aun sin color, la ropa colgada esperando a secarse en uno de los balcones de la zona alta
o un ciclomotor de tres ruedas cargado de maletas de otros tiempos que parece aterrizar en este sorprendente set de película para darle más realismo si cabe a la escena.
Pero si una cosa debe quedarnos clara antes de pisar la Cueva de la Zarzamora es que a esta no se puede llegar con medias tintas, ni contando calorías ni con ningún cargo de conciencia que te impida disfrutar de la experiencia como se merece.
Independientemente del innegable sabor y calidad de todos los postres de su carta, otro de los puntos fuertes que convierte La Cueva de la Zarzamora en única es la exquisita y acertada presentación con la que te llevan los platos a la mesa.
Algunas muestras de ello son la cafetera con sopa de chocolate blanco y virutas de almendra presentada dentro en un compartimento del clásico latón, mientras que en el otro aguarda una cremosa salsa toffe casera esperando a ser mezclada con la anterior y la ayuda de una cuchara comestible diseñada a base de chocolate con leche.
Otra mención aparte tiene la torrija de pan brioche empapada de dulce de leche con cama de natilla que por mérito propio se ha convertido en una de las opciones preferidas por los clientes.
El helado caído del revés relleno de crema kinder y “tierra” de galletas alrededor también derrocha originalidad en su presentación, y la ½ docena de trufas metidas dentro de la clásica huevera de plástico tampoco tiene ningún desperdicio.
Tendremos que volver para seguir probando el resto de postres porque estamos seguros de que tampoco nos van a defraudar. Vosotros podéis hacerlo de jueves a sábado en horario de 15:00 a 24:00, y los Domingos de 13:00 a 24:00. ¿Estás preparado para la experiencia?