Para los que ya vamos teniendo cierta edad y fuimos niños durante la Exposición Universal de Sevilla del 92, todo lo que suena a aquellos días de gloria de nuestra querida “Expo”, se asocia a días llenos de color, de alegría, de luces, de excursiones en familia o con el cole, de souvenirs de vuelta a casa con la cara de su mascota Curro hasta en la sopa, del ansia por llenar de sellitos nuestro pasaporte más allá del interés real por disfrutar del contenido que nos ofrecían en cada pabellón. En la mayoría de los casos debido a la escasez de avances tecnológicos del momento y a las limitaciones de aquellos carretes fotográficos analógicos de 12 o 24 tomas por rollo, los testimonios gráficos que conservamos de entonces son bastante escasos y de ahí que guardemos cual tesoro todo aquello que nos traslade a aquella colorida muestra de seis meses de duración.
A las puertas de los 40 y queriendo sacarle alguna productividad a la nostalgia con la que me había despertado aquel día, decidí, cámara en mano salir rumbo a Sevilla a hacer fotos y a tomar notas de lo que quedara de aquellos lugares de “mi particular Expo”, o al menos, los que con más fuerza se hospedaban en mi memoria.Ponerle rostrode nuevo 27 añazos después, fue todo un ejercicio de nostalgia y contención de lágrimas.
Curro: la mascota de las mascotas
No sé qué le encontramos a esta especie de pájaro carpintero multicolor con patas de elefante que a todos nos robó el corazón. Este entrañable personaje marcó a toda una generación de críos en los años 90 y aunque algunos quisieran equiparar su fama con la del olímpico, Cobi, nadie al día de hoy pone en duda que nuestro amigo ganó por goleada en cuanto a popularidad y a carisma.
De él poco encontré en las inmediaciones de la actual Cartuja, pero sí que me pude atiborrar de su recuerdo en las instalaciones de “Romano Antigüedades”, una empresa también sevillana de Alcalá de Guadaira que tras la subasta que se realizó al acabar la Expo con todo el material usado durante la muestra, tuvo la genial idea de comprar todas esas atracciones de Curro que funcionaban con una moneda de 25 pts para darle salida en tiempos futuros. Tal reclamo está teniendo el “efecto nostalgia” que actualmente sólo les quedan unas 100 unidades de las 400 que llegaron a recoger hace 25 años. En este cementerio de Curros puedes conseguir el tuyo desde 340 euros o alquilarlos para un fin de semana desde 150 euros.
La Estación de Monorraíl
He de confesar que fue uno de los lugares que más me impactó al comprobar su estado actual de abandono. Con el recuerdo aún vivo de ese tren futurista recorriendo desde las alturas el lago y las principales calles de esta gran feria de muestras, fue duro ver una estructura cubierta por el óxido y llena de cristales rotos y alambres que fácilmente podrían llegar a causar daño a cualquier viandante que decida colarse por la zona.
El Pabellón de la Comunidad Económica Europea
Quizás debido al colorido de sus banderas y a la forma cónica de esa especie de chimenea que anunciaba la proximidad de este internacional pabellón, siempre ha sido uno de los lugares que con mayor brevedad se me han venido a la cabeza cuando he intentado poner en pie mi colección de recuerdos de la Expo. Recuerdo con cariño que allí me enseñaron un prototipo de lo que sería el E.C.U., la moneda europea virtual que con el tiempo pasaría a convertirse en nuestro actual Euro.
Para suerte de muchos, vuelve a estar iluminado con un sistema led desde el año pasado que lo ha rejuvenecido y le ha vuelto a proporcionar el estado saludable del que gozó en sus días dorados. Aquí os dejo el antes y el ahora.
La Torre Banesto
Otro de los iconos de las instalaciones que subvencionó uno de los bancos potentes del momento y que al día de hoy se encuentra en estado semiruinoso y totalmente vallado por miedo al derrumbe. Su base circular giratoria con el logo de la exposición en su suelo llevaba a la plataforma hasta una altura de 92metros y nos regalaba las mejores vistas del parque tecnológico y de la ciudad. Tras la Expo, y durante el décimo aniversario de su inicio se volvió a poner en marcha en actos eventuales pero esta vez bajo el nombre de Torre ABC, su posterior patrocinador. Fue una atracción en la que lo pasamos bomba mis primos y yo y comparar el fantasma en el que se ha convertido hoy con la imagen que tenía en mi cabeza, me ha llenado de decepción.
La Gran Bola de la Expo
Fue sin lugar a dudas el símbolo por excelencia de nuestra añorada exposición. Su ubicación en la entrada principal del recinto y rodeada de fuentes recibiendo a todos los visitantes la convirtieron en todo un referente y en objetivo de todos los flashes y fotos familiares de bienvenida. Su conservación es bastante aceptable, y aunque ya no goza de tanto protagonismo al verse rodeada de facultades y edificios administrativos que le restan visibilidad, sigue siendo un lugar de peregrinación para nostálgicos de la época.
Pabellón de Marruecos
Otro ejemplo de los stands que han corrido mejor suerte. Esta auténtica obra de artesanía encargada por el entonces Rey Hassan II, logró erigirse gracias a los duros meses de trabajo de una mano de obra de especial cualificación que mandaron desde el país norteafricano. El edificio fue donado a la ciudad para albergar a la sede de la Fundación 3 Culturas. A día de hoy presenta un estado bastante similar al de hace 3 décadas, y comparándolo con mis antiguas fotos familiares me alegró saber que sigue estando en uso hoy en día.
Pabellón de Hungría
Sus 7 torres en honor a las 7 religiones que conviven en territorio húngaro y su aspecto de iglesia vikinga de madera levantó el recelo de países vecinos que se sentían eclipsados bajo su atractivo diseño. Recuerdo las largas colas para entrar en él, sólo a la altura del Pabellón de España y en el de los Descubrimientos. Al día de hoy es pasto de las ratas, con la madera que la cubrió de gloria siendo comidas por las marmitas y cerrada a cal y canto desde que el proyecto de Pabellón de la Energía Viva para el que se rehabilitó, naufragara. Una pena para un edificio reconocido en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz.
Pabellón del Futuro
Otro inexplicable juguete roto de la época. Sigo sin explicarme como uno de los recintos más atractivos de la muestra se ha podido abandonar a su suerte de esta manera. La hierba y la maleza cubren lo que eran sus jardines y fuentes, la base del mítico cohete espacial Ariane 4 luce llena de grafitis. Igual suerte corre la enorme antena parabólica del IAC, rodeada de farolas rotas. Óxido y pidiendo a gritos una mano de pintura. Me quedo con las fotos del 92 sin lugar a dudas.